(*) Clarice Lispector, escritora brasileña, de origen ucraniano, siempre fracturó los parámetros machistas. Era bella y tenía una inteligencia creativa como pocas escritoras en Latinoamérica. Su talento era proporcional a su belleza. No tuvo interés en ser despiadada a fuerza de inteligencia y no quiso ser filosamente profunda al momento de emitir juicios en sus crónicas o en alguna entrevista. Asumió con desdén frívolo y sarcástico esa actividad subalterna del oficio: entrevistas, congresos literarios, etc. Su fortaleza siempre estuvo a la hora de escribir. Lispector no supo responder por qué escribía debido, quizá, a que jamás se planteó la escritura como un trabajo, como manera de alcanzar el éxito, sino como una posibilidad de encontrar el espejo de esa belleza interior más perdurable y de más largo aliento a través del tiempo.
(…) Tenía porte de actriz y una sofisticación glamorosa (…)